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Lucia Estrada

El ángel va a desaparecer. Entre las ramas, es casi una corteza. Sólo escucho su canto, no puedo distinguirlo. Toma la belleza de la hoja, la libélula. Me señala con el viento un punto en el que debo concentrarme. Sí, allí está con todo su brillo. Algo me enseña. En poco tiempo, podría dibujar la perfección del mundo, un siglo, lo que el dios de la montaña.

 -¿Y después?-

 El cielo cae del árbol cubierto de hormigas. Ángel transformado, su belleza roedora, el más antiguo. También en él hay un mapa, la misma escritura pero en otro tiempo, el mensajero de la aurora en los jardines de la noche, la misma luz pero en los ojos de la muerte. – ¿Nada ha cambiado entonces? – No, es el mismo rostro, el gusano que antes era estrella, una misma voz en ambas bocas. Nada ha cambiado.  Salvo el momento de mirar y comprender.

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