Enebro ante la ventana
Este árbol que se abre al cielo y al viento
en enredadas ramas,
en densas, torneadas ramas
que fluyen
y se empapan de sombras,
que arden desde la tierra,
y se elevan; que enraizan su alto fuego
en la tierra, sus altas llamas;
este árbol suave que se extiende como una ofrenda
e irradia; que guarda
entre su corteza,
y en el áureo relato
de su resina,
al sol;
este árbol que nombra, que desdobla su impulso
como un augurio, un aliento
que encarna
y su insondable fuerza;
este árbol ígneo, y vasto,
y entrañable,
y fugaz.
